Es casi un estereotipo. Un lugar común. Siempre que pensamos en un consultor político trabajando en una campaña electoral tendemos a pensar en las grandes campañas.
De inmediato salta el nombre de Obama y su campaña electoral modélica. Y si pensamos en Estados Unidos, pues desde ya sabemos que son campañas electorales con inversiones de cientos de millones de dólares.
Y si vamos a América Latina nos encontramos, por ejemplo, con las grandes campañas en Brasil. Ahora mismo, año 2010, las principales campañas brasileñas superan los 50 millones de dólares en inversión. Cada una.
¿El consultor político es un lujo de la gran campaña electoral?
Seamos francos: la cultura popular dice que sí. Que es un lujo que solo los muy grandes se pueden dar. Que las campañas pequeñas y medianas no pueden ni podrán. Y basta. A pensar en otra cosa.
¿Por qué este estereotipo que vincula al consultor pura y exclusivamente con la gran campaña? Básicamente por la cobertura mediática global que tienen esas campañas, lo cual permite un amplio conocimiento acerca de sus características y de sus protagonistas.
Y además, lo cual no es poco, por la danza de cifras millonarias. Que un consultor cobró medio millón de dólares por su trabajo, que otro cobró 50.000 dólares por unas horas de presencia en el país…Entonces el candidato a Alcalde de una localidad se sonríe. Llega a la conclusión de que contar con un consultor político para su campaña es como colocar en la CNN y en horario central una noticia acerca de su candidatura. Imposible.
El problema no es de dinero sino de formato
Bien. Acabo de decirlo. El problema no es de dinero. Ya sé que no es lo mismo un presupuesto de decenas de millones de dólares que uno de algunas poquitas decenas de miles. Lo saben bien los candidatos.
Pero el problema no es de dinero, insisto. Y tampoco se trata de salir a contratar consultores “baratos” que hagan exactamente lo mismo que los consultores “caros”. No: eso sería como ofrecer consultoría política de segunda para campañas que no pueden acceder a lo bueno.
Lo que la pequeña campaña electoral debería hacer sería reformatear el concepto de consultoría política. Despegarlo del modelo de la gran campaña electoral. Y pensarlo desde otro ángulo.
El formato que creo sería más productivo es el de la consultoría de tiempos y objetivos limitados.
Una breve visita al psicoanalista
Consideremos por un momento el ámbito de la psicología. De inmediato salta el estereotipo: costosos tratamientos psicoanalíticos con varias sesiones semanales durante muchos años.
Sin embargo hay otros paradigmas, otros formatos. Por ejemplo la psicoterapia de tiempos y objetivos limitados. Psicoterapias que constituyen un trabajo por un tiempo determinado y relativamente breve, que además tienen objetivos específicos a lograr.
¿Uno de los modelos es mejor o peor que el otro? No. Simplemente son diferentes. Ambos son efectivos, pero en casos y situaciones distintas.
¿Por qué no un consultor político con tiempos y objetivos limitados?
Es el mismo razonamiento que en el campo de la psicología. Así está planteado, de hecho, un sector de mis servicios como consultor político. Tiempos y objetivos limitados.
Puede ser, por ejemplo, la contratación de una o más horas de consulta. ¿Se puede lograr algo productivo en una hora? ¡Claro que sí!
A veces una hora basta para reorientar o para confirmar una estrategia, o para contar con una segunda opinión calificada, o para clarificar la solución de un problema, o para enfrentar mejor una crisis, o para descartar una idea, o para planificar una acción concreta, o para evitar caer en un error, o para afinar la puntería comunicacional o para definir mejor la estrategia a seguir.
Tener al consultor político a disposición durante una hora, simplemente una hora, puede ser un plus en la campaña electoral. Una diferencia respecto a la competencia.
Por eso digo que es un problema de formato, no de dinero. Las pequeñas campañas deben liberarse del paradigma de las más grandes. No es tratando de clonarlas que tendrán éxito. Es aprendiendo de ellas, claro que sí. Pero cambiando el modelo, el formato, el paradigma.
Al fin y al cabo la abrumadora mayoría de las campañas electorales son pequeñas y medianas. ¿Por qué no pueden contar con un consultor político?