Los nombres tienen cierto nivel de impacto sobre el comportamiento tanto de los consumidores en el campo comercial como de los votantes en el terreno político.
Los nombres de los candidatos y de los partidos políticos son señales, carteles indicadores que dicen y sugieren mucho más que lo que aparentan. Además en las campañas políticas tienen el poder de la seducción y poseen una influencia que va bastante más allá de lo consciente.
Un buen nombre es un gran activo a favor de una marca, tanto en el plano político como en el mundo empresarial.
Claro que las marcas comerciales eligen su nombre cuidadosamente. Y lo hacen luego de estudios de mercado que les indican el posible impacto psicológico de esos nombres.
Pero los políticos no eligen su nombre.
En realidad les viene dado de origen. Y con ese nombre deben luchar.
Aunque no todo está perdido, por supuesto. Porque hay una dimensión en la cual sí eligen su nombre para las campañas políticas.
Esa dimensión es la selección de un aspecto del nombre.
Para algunos lo adecuado será el apellido (Chávez, Lagos), para otros el nombre completo, para otros un seudónimo (Lula), para algunos el nombre de pila (Fidel) y en algunos casos un signo (ZP en lugar de Rodríguez Zapatero) o una letra (K en lugar de Kirchner).
Es interesante ver este fenómeno en las elecciones presidenciales 2004 de EEUU.
En muchos lugares los votantes se encuentran con las iniciales JFK para referirse al candidato demócrata John Kerry. Poco importa que su segundo nombre empiece con F pero no sea Fitzgerald. Sea como sea JFK alude inmediatamente a John Fitzgerald Kennedy, uno de los grandes mitos demócratas del norteamericano medio. Y así Kerry se trata de convertir en un nombre que resuene en las emociones del público con los atributos de aquel JFK.
Algo similar ocurre con Bush.
Su firma, sus avisos de campaña, buena parte de su cartelería…casi todo apunta a George W. Bush. Poco importa que el segundo nombre no sea Washington: de todos modos el público recibe el mensaje que trata de emparentar al actual presidente con el mítico fundador George Washington. De esta manera George W. Bush apela a las más profundas emociones tradicionales y patrióticas de un electorado sensible a las mismas.
En el escenario principal de la conciencia se enfrentan Bush y Kerry. Pero por detrás corre otra trama en la que aparecen constelaciones de ideas y sentimientos vinculados a John F. Kennedy y a George Washington.
En suma: no puedes mejorar tu nombre pero sí puedes elegir cómo lo comunicas.
Es un detalle, pero un detalle que importa.
Nunca descuides el poder de los nombres en las campañas políticas.
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