Gris. Enorme. De piel dura. Algo torpe (eso parece a veces). Simpático (también)
Pero enorme, insisto.
Un elefante, claro.
¿Lo ves?
Un elefante.
Cualquiera sabe que es imposible tragar un elefante. Tragarlo: ¡glup!
No. Imposible. ¿Para qué lo harías? Nones. Pero además: imposible. No pasa por la garganta humana…
Eso pasa con las noticias en el siglo 21.
Son un inmenso elefante. Gigantesco. Imposible que pasen por el cerebro humano.
Piensa en las diversas fuentes de noticias.
Los canales de televisión locales. Los nacionales. Las señales internacionales en el cable.
Las radios de tu ciudad. Las de tu región. Las de tu país. Las emisoras internacionales.
El pequeño periódico de tu pueblo. Los diarios nacionales. Los medios de prensa en internet. Los semanarios. Las revistas de todas partes.
Las páginas web. Los portales. Los blogs.
Twitter. Facebook. Google +. Linkedin. YouTube.
Noticias. Noticias. Noticias. Más noticias. Más aún. Mucho más. Todo el tiempo. 24 horas. Sin parar. Siempre. Con ritmo frenético. Más noticias. Y más. Millones de noticias importantes. Millones de noticias intrascendentes. Noticias a toda hora.
¡Socoooorrooooooo!
Sí: las noticias en el siglo 21 son como un elefante.
¿Qué digo? ¿Un elefante?
No.
10 elefantes. Mil elefantes. Una manada. Muchas manadas. Una estampida de elefantes corriendo a toda velocidad y a todo estrépito hacia tí.
Eso son las noticias hoy en día.
Y te pueden aplastar.
Una mirada ingenua puede decir: ¡qué bueno!
Pero una mirada más atenta puede replicar: ¡qué problema!
Lo cierto es que en el siglo 21 cualquier persona puede recibir en poco tiempo más información que la que siglos atrás recibía alguien en toda su vida.
Y eso no quiere decir que la persona esté más informada. Recuerda que la saturación y el exceso de información desinforman tanto o más que la carencia de información.
Ahí está el elefante.
Quiero decir: ahí está el principal problema comunicacional de nuestro tiempo.
Para el ciudadano. Para el político. Para el gobernante. Para el empresario. Para el profesional. Para quien lee estas líneas. Para quien las escribe.
Para todos.