¿Marketing político de un color?
¿Tiene alguna importancia el color característico de una campaña electoral?
Las elecciones bolivianas de 2005 parecen indicar que sí. Porque parecería que fue una mala decisión la elección del rojo como color corporativo del derrotado candidato Jorge Quiroga.
Es que la gama cromática elegida para una campaña forma parte fundamental del marketing político apoyado en la psicología política.
Quiroga optó por el rojo, un rojo violento que teñía toda su campaña: isotipo, página web, cartelería, banderas, folletería y hasta vestimenta de candidatos y militantes.
¿Qué sensaciones transmite el rojo cuando está así, en estado puro? Es el rojo de la sangre, del peligro, de la violencia, de las situaciones extremas. Es el rojo que obliga a detenerse, a no seguir adelante.
Una cosa es el rojo de la señal televisiva argentina Crónica TV, que impacta con violencia buscando frenar el zapping del televidente a través de la conmoción. Pero otra cosa es el rojo en la política, y peor aún es el rojo solo, puro y duro, el rojo como un golpe.
La elección del color fue un grave error estratégico de Tuto Quiroga, y más en un país conmocionado tantas veces por la violencia, los enfrentamientos y la sangre. Bolivia necesitaba un mensaje más esperanzador y más unificador del país, algo que no podía hacerse desde el rojo.
Evo Morales, en cambio, apostó a un arcoiris cromático representativo de la diversidad étnica, cultural y social del país. Un arcoiris que habla de matices y de confluencia unitaria de lo diferente. Y un arcoiris, además, donde los colores dominantes fueron los de la bandera boliviana (rojo, verde y amarillo).
Sin duda que Evo ganó, también, la batalla del color.