El ‘Gallina’ Fazzio tenía extraordinarias condiciones para jugar al fútbol. Maravillosas, realmente.
Era un muchacho de mi pueblo que parecía tener manos en lugar de pies. Era así, hacía cualquier cosa con la pelota. Un malabarista. Un exquisito. Un mago con la pelota en los pies. Y verlo jugar era un deleite.
Pero el ‘Gallina’ Fazzio tenía un problema: no le gustaba trabajar sus condiciones. Practicar no era lo de él. Nones. Ni correr demasiado. Ni cuidar su físico. Ni hacer sacrificios. El fútbol era un placer para él. Solo un placer. Puro placer.
Un día llegó su gran oportunidad. Lo contrató un equipo del fútbol profesional de Montevideo. Y allá fue el ‘Gallina’. Ilusionado.
Pero volvió apenas unas pocas semanas después.
Prefería no entrenar. Se escapaba de las concentraciones. Era muy duro y sacrificado trabajar sus condiciones. Era más disfrutable jugar al fútbol con sus amigos, informalmente y por pura diversión. Pasaron muchos años y la gente siempre lo vio del mismo modo: como el crack que nunca llegó…
No hay otro modo de llegar a la meta que el trabajo. Trabajo metódico, constante, cotidiano, incesante.
Picasso decía que cuando le llegara la inspiración para pintar prefería que lo encontrara trabajando.
El genial publicista catalán Joaquín Llorente contaba que cuando le preguntaban el secreto de su éxito él señalaba que la luz de su escritorio era la última en apagarse en su vecindario.
Y es así. Trabajar. De eso se trata. Trabajar la escritura de un artículo. La creación de un libro. La comprensión de un electorado. El diseño de una campaña electoral. La motivación del equipo de campaña. El contacto con la gente. La preparación de un acto. El programa de gobierno. Todo, todo, todo.
No importa si eres escritor, periodista, consultor, dirigente político, publicista o candidato. Lo que importa es trabajar cada día para acercarte a tu meta. Para avanzar día por día. Implacablemente.
Aunque sea 1º de Mayo y estés terminando un artículo. Mientras tu familia te espera con el fuego encendido, asando a las brasas una de esas exquisitas carnes uruguayas…Una de esas carnes cuya preparación también necesita…trabajo. Hasta que un aroma delicioso lo invade todo y sabes que tienes que poner punto final al artículo.
No hay magia ni atajos ni condiciones especiales que le valgan a nadie. La propia historia del ‘Gallina’ Fazzio lo enseña. Al final del día solo vale el trabajo. Ese trabajo que continúa mañana temprano.