El problema número 1 del gobernante no es su principal enemigo político. Tampoco la prensa, claro. Ni siquiera la magnitud de las dificultades que atraviesan su sociedad y su gobierno.
Nada de eso.
Su principal problema es la jaula donde está encerrado.
Mejor aún (o peor): su principal problema es que no sabe que está encerrado en una jaula.
La jaula está construída por barrotes muy sólidos:
- La propia naturaleza del cargo. Cuando alguien es Alcalde, Gobernador o Presidente…resulta que el mero hecho de serlo ya levanta un muro y pone una distancia con el común de los mortales. Me refiero a lo que siente la gente, más allá de la actitud real del gobernante. Pero la gente tiende a ver al gobernante más lejos y más difícil de alcanzar.
- La arquitectura. Observa los lugares de poder. Verás que suelen estar alejados, cerrados, ubicados en lugares altos o más allá de algunos tramos de escaleras o en corredores de acceso restringido o de circulación escasa.
- La agenda. El tiempo del gobernante es su capital más preciado. Sin embargo es generalmente muy mal administrado. Y el tiempo es escaso. Siempre es escaso, por definición. Pero termina cubierto de asuntos urgentes, uno detrás del otro, sin pausa y sin respiro. Sin espacio para las cosas importantes, que en realidad son pocas.
- Las trampas del cerebro. No importa lo inteligentes, buenos y bien intencionados que seamos. Cuando estamos en situaciones de poder, en nuestros cerebros se activan algunas zonas muy primitivas. Zonas que pueden hacer que el poder se vuelva adictivo. O que creamos que es para siempre. O que tengamos una peligrosa sensación de omnipotencia.
- El entorno humano. Familiares, amigos, ministros, directores, jefes, secretarias, porteros, choferes, asistentes, colaboradores…Personas bien intencionadas que rodean al gobernante, buscan protegerlo, lo aíslan, y casi sin quererlo le van construyendo alrededor una espesa capa de lenguaje y de silencios.
La combinación de estos 5 elementos va construyendo una jaula que al principio es invisible hasta para el propio gobernante.
Un encierro. Como el de Pamplona. Solo que quien gobierna no ve venir los toros.
Y cuando los ve venir…pues cree que va a poder lidiar con ellos. Que no, que no es para tanto, que esas cosas no le pasan a él. Que justo a él, ¡vamos! Que está preparado. Que ninguna jaula. Que nada.
¿Has visto el encierro de Pamplona, aunque sea en televisión?
Bien.
Allá está el gobernante. Cercado. Encerrado. Más solo de lo que imagina. Vestido de blanco y con su pañuelito rojo atado al cuello. Confiado y feliz. Y allá vienen los toros. Bravos. Negros. Dispuestos a embestir.
Puedes imaginar el final.
Porque tarde o temprano hay un final.
¿Es inevitable que el gobernante viva en una jaula?
Sí.
Sí pero…
Pero lo único que puede salvarlo es tener conciencia de la existencia de esa jaula. Verla. Palparla. Olfatearla. Entenderla. Y abrir la puerta.
Se dice fácil. Abrir la puerta. ¡Ja! Como si fuera tan fácil.
¿Dónde está la puerta de la jaula? ¿Cómo se puede abrir? ¿Cual es la llave? ¿Cual es la clave, el código, el ‘abracadabra’?
La respuesta a todas esas preguntas es idéntica: comunicación. Vale decir que comunicar no es solo emitir mensajes, sino también escuchar. Lo cual es todo un tema, por cierto.
Pero debes saberlo. Si estás gobernando, pues las apariencias engañan. Estás más solo de lo que crees. Tienes menos poder del que crees. Te distingues, claro. A lo lejos. Te distingues. Tal vez todavía no veas venir los toros.
Pero ellos sí te ven. Y vienen por ti.