Que el votante no se olvide del candidato, pero que tampoco se aburra de él.
11 jugadores en un equipo. 2 arcos. 1 pelota. 11 jugadores en el otro equipo. Fúttbol, claro. Cualquier partido es un buen momento para recordar 2 factores estratégicos del fútbol.
- Dinámica
- Pausa
Un buen equipo de fútbol necesita dinámica. O sea: actividad y movimiento permanente pero inteligente durante los 90 minutos de juego. Sin distracciones.
Pero un buen equipo de fútbol también necesita pausa. Algún talentoso que baje la pelota al piso, que mire toda la cancha y sepa cambiar de ritmo.
La dinámica sin pausa puede llegar a ser una vorágine loca y desordenada. Y la pausa sin dinámica puede llegar a ser simplemente lentitud irresoluta.
Son factores contradictorios pero necesariamente deben ir juntos, integrados en un mismo equipo. Dinámica y pausa, pausa y dinámica.
O sea: equilibrio.
La campaña permanente
Hoy en día las campañas políticas no se restringen al período electoral puro y duro. Son permanentes. Y los que no hacen campaña permanente se ven superados y desbordados por los que sí la hacen.
Campaña electoral, claro. Pero también campañas específicas sobre distintos temas de la agenda del momento. Campañas para lanzar un nuevo grupo político o un nuevo candidato. Campañas para reposicionarse o para reposicionar al adversario. Campañas del gobierno y campañas de la oposición.
Campañas, siempre campañas. Campaña permanente.
Dicho de otro modo. La comunicación política debe ser parte integral y permanente de la acción política, tanto opositora como gubernamental. Y si la acción política no se detiene nunca, tampoco lo hace la comunicación.
Otra vez: campaña permanente.
La pausa que refresca
El riesgo que entraña la campaña permanente es la sobreexposición del político. Con su contraparte: el rechazo del elector.
El votante no vive por y para la política. Simplemente vive su vida. Y su interés político sube y baja en función de diversas coyunturas. No puede, no soporta estar todo el tiempo enchufado a la política y sus vaivenes.
El votante se aburre, se cansa, se exaspera, se satura.
Entonces el político tiene que desaparecer de su vista y de su oído. Quedar fuera de su alcance. Salir de la pantalla de su radar aunque sea brevemente. Bajar el perfil antes de volver a subirlo.
La pausa, entonces. Salir un instante de escena. Cambiar el ritmo.
Ni hiperactivos ni pasivos
Por lo general los buenos resultados no los obtienen ni los más hiperactivos ni los más pasivos. Sino los que logran equilibrar la dinámica de la campaña permanente con la inteligencia de las pausas.
Que el votante no se olvide del candidato, pero que tampoco se aburra de él.
Equilibrio.