La comunicación política puede extraer una lección importante del partido disputado entre Alemania e Inglaterra por el Campeonato Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010.
Es la lección de la simplicidad.
Olvidemos por un momento el resto del Mundial, y hagamos foco en esa victoria contundente de Alemania. Una goleada 4 a 1 en un verdadero clásico del fútbol del planeta. Olvidemos también el enorme error arbitral que perjudicó a Inglaterra.
La lección alemana
¿Cual fue la máxima virtud de Alemania?
La simplicidad. Esa simplicidad que conduce a la eficacia, al logro de los objetivos.
Simplicidad para defenderse, para despejar el peligro, para recuperar la pelota cuando la tiene el rival. Simplicidad para atacar, aprovechando al máximo la velocidad de sus jugadores y los espacios libres en territorio adversario. Simplicidad para pasar del ataque a la defensa, replegándose ordenadamente y de un modo muy práctico. Simplicidad para pasar de la defensa al ataque transitando rápidamente por la mitad de la cancha. Simplicidad para manejar la pelota y entregarla con precisión a un compañero. Simplicidad para cambiar abruptamente de ritmo cuando se vuelve necesario.
Ya lo dije: simplicidad. Con una eficacia que mató a Inglaterra. Una eficacia asesina que derrumbó a los ingleses.
Simplicidad en la comunicación política
Muchos comunicadores políticos cometen el error de la complejidad. Tal como está explicado en detalle en Maquiavelo&Freud, esa complejidad es una tentación natural de la política y suele conducir al desastre.
La mente del votante no está dedicada en plenitud al interminable flujo de comunicación política perpetua que lo circunda.
No. La mente del votante está dedicada a sus cosas, su mundo, su vida. No tiene ni tiempo ni ganas de recorrer los innumerables vericuetos y pasadizos de esa compleja comunicación política.
Necesita simplicidad. Tanto en las formas como en los contenidos. Una simplicidad efectiva, precisa y práctica. Una simplicidad que mueva hacia la confianza, la simpatía, la preferencia, la acción y el voto.
Simplicidad no es simpleza. No es tontería, ni tampoco rebajar las ideas ni infantilizarlas.
Y con frecuencia la simplicidad en la comunicación política requiere más trabajo que la complejidad. No menos trabajo. Más trabajo.
Con un aditivo clave, esencial, que parte las aguas: el poder de síntesis.