Imagina que vas caminando por la ciudad en medio de la noche. Una ciudad con todas sus luces apagadas. Todas. Una noche sin luna. Caminando por la ciudad en la más completa oscuridad.
Difícil, ¿no?
Muy difícil.
Pronto estarías perdido. Desorientado. Confuso. Asustado.
¿Por qué?
Porque los seres humanos necesitamos pistas visuales para movernos en la realidad. Nuestro cerebro necesita esas pistas visuales casi tanto como necesita el oxígeno.
Sigue imaginando.
Todavía estás en tu caminata nocturna. No ves nada. Te desesperas.
Pero de pronto se encienden las luces.
Ahora sí.
Allí están de nuevo las calles, los edificios, los carteles, los comercios, los automóviles, la gente…Allí están las pistas visuales que te permiten orientarte.
Entonces estás más tranquilo. Respiras aliviado.
Así es la persuasión, también. Así funciona.
La investigación científica demuestra que el 55 % del efecto persuasivo de un mensaje depende de lo visual. Entra directamente por los ojos.
No por los oídos. Por los ojos. Cincuenta y cinco por ciento.
¿Qué puede hacer un político con este dato?
Rezongar, tal vez. Enojarse. Decir que en su caso no debe ser cierto. Que la palabra. Que las ideas. Que bla bla bla.
Pero no es eso lo que hacen los políticos inteligentes.
-¿55 % de la persuasión entra por los ojos? -dicen los políticos inteligentes-. Pues vamos a trabajar bien ese 55 %…
Eso es lo que tienes que hacer. Trabajar con esmero para que los aspectos visuales sean fundamentales en tu mensaje. Sin descuidar los otros aspectos, claro. Pero con la conciencia clara de que por los ojos entra más de la mitad de la potencia de tu mensaje.
¿Dónde está, entonces, el 55 % de tu persuasión política?
En tu mirada. En tu sonrisa. En tus expresiones faciales. En tus gestos. En tus movimientos de brazos y manos. En tu desplazamiento corporal. En tu postura corporal. En tu vestimenta. En los objetos que llevas. En los objetos que te rodean. En tu logotipo. En tu isotipo. En los colores que te identifican. En las imágenes de tus spots televisivos.
En todo lo que ingresa al cerebro de los ciudadanos a través de la vista.
No dejes a tus posibles electores en medio de la oscuridad.
Piensa en sus ojos.
No solo en sus oídos o en sus cerebros.
En sus ojos.
Y trabaja tu comunicación para ellos. Para sus ojos.